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viernes

Duerme bien y te mantendrás delgado


Un tercio de nuestras vidas se nos pasa durmiendo, ese estado  de reposo que el DRAE define  como “ la inacción o suspensión de los sentidos y de todo movimiento voluntario”. A su vez, el sueño, en lengua castellana, y en primera acepción, se describe como el  acto de dormir, definido como la “suspensión normal y periódica de la conciencia y de la  vida de relación, durante la cual el organismo se repara de la fatiga”.
Para que el sueño sea “reparador” es necesario que el metabolismo del cuerpo que duerme – esa serie de “transformaciones físicas, químicas y biológicas que en los organismos vivos experimentan las sustancias introducidas o las que en ellos se forman” [DRAE] – continúe  activo, en la medida necesaria para mantener la vida a niveles óptimos.
De ahí se desprende que sueño y metabolismo, para que puedan ser calificados de saludables, deban ir de consuno, en especial en aquellas acciones que influyen en el balance energético, como son el aporte de energía en la dieta y su gasto,  sobre todo mediante la actividad física.
En 2004, en una breve comunicación previa, publicada el 7 de Diciembre del 2004 en el Annals of Internal Medicine por investigadores de las Universidades de Chicago y Bruselas, se llegaba  a la conclusión de que, en jóvenes sanos, dormir poco disminuye los niveles plasmáticos  de la hormona  leptina, mientras que eleva niveles de la hormona ghrelina, desequilibrio que aumenta el hambre.
La leptina (del griego leptos, que significa delgado), es una hormona elaborada especialmente en las células grasas (adipocitos), juega un papel clave en la regulación del apetito y del metabolismo del tejido graso, ya que funciona como una señal que informa al cerebro acerca del estado de los depósitos de grasa en  el cuerpo. Se califica de hormona anoréxica, ya que frena el apetito.

La ghrelina (el sufijo ghr- , derivado de grow-hormone-releasing, significa “crecer” ) es la  hormona antagonista de la leptina, cuya secreción se produce básicamente en células específicas  de la pared del estómago y, aunque en mucha menor cuantía, también en neuronas del hipotálamo. Al contrario que la leptina,  estimula el apetito y provoca la sensación de hambre. También cumple acciones tan aparentemente diversas como estimular la secreción de la hormona del crecimiento y el vaciamiento del estómago. La consecuencia final es que la ghrelina  induce un balance energético positivo, con ganancia de peso, por lo que  si su actividad no es equilibrada por la acción contraria de la leptina,  abre el camino a la deposición excesiva de  de grasa en el cuerpo (adiposis)  y a la obesidad.

Los efectos finales  de ambas hormonas  sobre el metabolismo energético son mediados a través de péptidos liberados en el hipotálamo por neuronas del núcleo arqueado: se trata, en último término, de un muy complejo mecanismo neuroendocrino.
Prosiguiendo en la investigación de los mecanismos neuroendocrinos que regulan el balance energético y, de modo especial, del papel del la restricción del sueño en los desarreglos que conducen a la obesidad, el mismo grupo de investigación de la Universidad de Chicago, se plantea ahora  como objetivo “determinar si la restricción del sueño atenúa el efecto de una dieta hipocalórica sobre el exceso de tejido adiposo “, en un trabajo publicado  también en el Annals of Internal Medicine del pasado del 5 de Octubre bajo el título “Insufficient Sleep Undermines Dietary Efforts to Reduce Adiposity” (“Un sueño insuficiente socava los esfuerzos dietéticos por reducir la adiposidad”). La investigación ha sido realizada en el Centro universitario de investigaciones clínicas y en el Laboratorio del Sueño. Han participado 10 adultos obesos no fumadores (3 mujeres y 7 hombres) con una edad media de 47 años y un Índice de la Masa Corporal (IMC) medio  de 27,5 kg/m2. Durante 14 días fueron sometidos a una restricción calórica moderada de la dieta con una oportunidad de sueño nocturno entre 8,5 o 5.5 horas, que les fue adjudicada aleatoriamente, en dos periodos de la investigación. Se evaluó en los participantes la pérdida de grasa y de tejido libre de grasa, así como el gasto energético, el hambre y la concentración de hormonas metabólicas a lo largo de las 24 horas.

Los resultados han demostrado que cuando el tiempo del sueño es insuficiente aumenta la pérdida de masa corporal libre de grasa en un 60% y disminuye la proporción de peso perdido como grasa en un 55%. Estos efectos se acompañan de la presencia de marcadores de una respuesta neuroendocrina a la restricción de calorías, con aumento del apetito y disminución de la oxidación de la grasa.

En consecuencia, estos hallazgos subrayan la importancia del sueño humano de suficiente duración, un “sueño reparador”, en el  mantenimiento  de la masa corporal magra, libre de grasa,  cuando la persona  está sometida a una dieta hipocalórica, mientras que, si  siguiendo esta dieta, el sueño es insuficiente , se asocia con más hambre, mayor aporte de alimentos e incremento de la adiposidad.

Como aconseja en su  título un editorial del Annals of Internal Medicine que comenta este trabajo:  Duerme bien y te mantendrás delgado: ¿Sueño o realidad?

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