En cada instante de nuestra vida experimentamos algún tipo de emoción o sentimiento. Nuestro estado emocional varía a lo largo del día en función de lo que nos ocurre y de los estímulos que percibimos.
Muchos de nosotros fuimos educados para no mostrar nuestras emociones, para no mostrar “debilidad”, quedar expuestos a la mirada o a la crítica del otro. A veces tenemos la impresión de que nos faltan palabras para describir con precisión nuestras emociones, así, ante la pregunta -¿qué te pasa? Respondemos: -no sé, me siento mal… o simplemente “nada”… tenemos una ligera idea que no podemos explicar con claridad, o vincularla con un tema determinado; pero la emocionalidad que nos inunda es muy definida.
La emoción está siempre presente, aunque a veces no lo escuchemos o reconozcamos. No la elegimos, sino que ella aparece y ocupa un espacio de bienestar o malestar…
Tenemos una buena noticia!
“No elegimos sentir lo que estamos sintiendo, pero sí somos responsables de lo que “hacemos”. La acción “como responsabilidad” sí es una elección”.
Tener la tentación de hacer algo es diferente a hacerlo, la tentación aparece, hacerlo es una elección.
Cuantas veces nos arrepentimos unos minutos después de hacer algo, renegamos, de la bronca pasamos a la culpa, de la euforia a la tristeza…. Y estas emociones nos inundan, varían con velocidad y finalmente nos quedamos quietos reprochándonos el fallar otra vez…
¿Qué hacer?
Capacitarnos para reconocer nuestras propias emociones y administrarlas dentro nuestro y en nuestras relaciones, ser hábiles en su uso y regulación para guiar el pensar y la acción.
Alegría, miedo, entusiasmo, tristeza, vergüenza, enojo, orgullo, resignación, culpa, optimismo son solo algunas de las múltiples emociones o estados emocionales que acontecen en nuestro día a día.
Si manejo mis emociones, podré controlar mis desbordes emocionales, evitarlos o utilizarlos en provecho propio.
Un ejemplo: descubro un error grave cometido por mi equipo de trabajo, en lugar de salir de mi oficina a los gritos, me quedo solo 5 minutos pensando en alguna estrategia para evitar un futuro error similar. Me doy cuenta que la ira se apodera de mí, entonces me retiro de la escena que la favorece.
¿Cuántas veces escuchamos en la consulta “me comí la bronca”; “yo me trago todo”; “me quedó atragantado acá”?; sabemos perfectamente las cosas que debemos hacer y sin embargo realizamos lo contrario…
Aprender, aprehender no es informarme más o imitar al otro, sino vivir el proceso que elijo, experimentar y vivenciarlo.
Animarse a un cambio ya forma parte del mismo, Animáte!
Lic. Silvina López.
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