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Comer y pasarla bien
Narda Lepes
Prólogo
A lo largo de todos estos años de trabajo, fue mucha la gente que me preguntó por qué nunca había publicado un libro. Y la respuesta es más o menos sencilla: quería tener algo que decir. Por eso, hasta ahora no me había animado.
Porque lo único con lo que el lector se habría encontrado es con la fórmula clásica del libro de cocina: una sucesión de recetas con fotos ilustrativas.
Este libro no toma forma sobre ideas brillantes ni principios supremos de la gastronomía. Se trata de mostrar aquello que logré reunir y ordenar en todo este tiempo a prueba de ensayos y errores. La idea es trasmitir mi visión
sobre aquello que para mí significa comer, que es más o menos lo mismo que intento hacer cada vez que publico una receta en alguna revista, o que salgo al aire en cualquiera de mis programas de televisión. Ver qué pasó, qué está pasando y qué va a pasar en relación con la comida.
En ese sentido, hoy en día hay una tendencia clara: comer bien va a ser cada vez más caro, alimentarse, mucho más, y hacer cualquiera de estas dos cosas con placer y sabor, muchísimo más difícil. Por eso creo que tenemos que estar preparados, tenemos que saber elegir. Pero antes que nada, lo más importante es hacer que ese derecho a elegir exista.
Cuando empiezo un proyecto nuevo relacionado con la comida, tengo una condición con la que mido si lo hago o no: ¿ayuda de algún modo a comer mejor? Y comer mejor no significa más caro ni más sano en un sentido estricto.
Más allá de comer para subsistir, la alimentación es una práctica social y uno de los rasgos culturales más fuertes que un pueblo o un grupo humano puede tener. Cada época y cada cultura por medio de estas prácticas culinarias legitima saberes, valores y bienes que permiten mantener un orden, que marcan límites. Es por eso que las instituciones hacen uso de ellas, aplicando su poder regulador y marcando una dirección.
Porque lo único con lo que el lector se habría encontrado es con la fórmula clásica del libro de cocina: una sucesión de recetas con fotos ilustrativas.
Este libro no toma forma sobre ideas brillantes ni principios supremos de la gastronomía. Se trata de mostrar aquello que logré reunir y ordenar en todo este tiempo a prueba de ensayos y errores. La idea es trasmitir mi visión
sobre aquello que para mí significa comer, que es más o menos lo mismo que intento hacer cada vez que publico una receta en alguna revista, o que salgo al aire en cualquiera de mis programas de televisión. Ver qué pasó, qué está pasando y qué va a pasar en relación con la comida.
En ese sentido, hoy en día hay una tendencia clara: comer bien va a ser cada vez más caro, alimentarse, mucho más, y hacer cualquiera de estas dos cosas con placer y sabor, muchísimo más difícil. Por eso creo que tenemos que estar preparados, tenemos que saber elegir. Pero antes que nada, lo más importante es hacer que ese derecho a elegir exista.
Cuando empiezo un proyecto nuevo relacionado con la comida, tengo una condición con la que mido si lo hago o no: ¿ayuda de algún modo a comer mejor? Y comer mejor no significa más caro ni más sano en un sentido estricto.
Más allá de comer para subsistir, la alimentación es una práctica social y uno de los rasgos culturales más fuertes que un pueblo o un grupo humano puede tener. Cada época y cada cultura por medio de estas prácticas culinarias legitima saberes, valores y bienes que permiten mantener un orden, que marcan límites. Es por eso que las instituciones hacen uso de ellas, aplicando su poder regulador y marcando una dirección.
Jean Dominique Bauby
El 9 de diciembre de 1995 un accidente cerebro-vascular sumió a Jean-Dominique Bauby en un coma profundo del que salió meses después con el cuerpo completamente paralizado, afectado del "síndrome de cautiverio" (una extraña dolencia que provoca una parálisis completa, un encierro en uno mismo, como dentro de una escafandra) pero con las facultades mentales intactas. Sólo podía abrir el ojo izquierdo y su única ventana al mundo era el parpadeo. Un guiño para decir "si", dos para decir "no". Podía oír, comprender, recordar, pero no hablar. Además de su párpado izquierdo también estaban intactas su imaginación y su memoria: la mariposa. Con su ojo componía palabras, frases y páginas enteras. De esta manera, paralizado en la cama o en la silla de ruedas, Bauby dejó constancia de su existencia y de sus reflexiones en esta breve pero intensa obra.
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