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lunes

La cocina de solteros

Solteros/as y separados/as: cómo equipar una cocina y evitar llenarse de elementos inútiles

Por Alejandro Maglione  

El porqué. Resulta que usted resolvió corregir su "complejo de Peter Pan" y parte -tipo a los 40 años- de la casa de sus padres y pasa a vivir como soltero, abandonando el rol de hijo; o bien se separó, y tiene que equipar su casa de soltero/a desde cero; también puede ser que se casó, y tiene que ver qué hace con los "prácticos" regalos que le hicieron sus incondicionales amigos; siempre partiendo de la base de que no es amante del delivery tan de moda en los modernos hogares, y encima tiene ese no sé qué, que hace que se anime a mandarse a la cocina de tanto en tanto y darse el gusto de comer e invitar con alguna delicia preparada por sus propias manos, ya sea para usted mismo, a señorita a impresionar o bien a candidato a ser pescado.

Limitaciones. Partamos de la base que el presupuesto no es abultado, y que la cocina no es de las de antes, que solían tener el tamaño de un departamento de dos ambientes.
Los cambios. Todo este tema hubiera sido irrelevante hace unas decenas de años atrás, porque la oferta para el cocinero vocacional no era lo abundante que es hoy en día. Hay que reconocer que entrar hoy a una casa especializada, particularmente en Buenos Aires, es un templo de tentaciones.

Ah, el 1 a 1. Recuerdo cuando envidiaba a los neoyorquinos que tenían a la mano el primer piso de Zabar´s; o a los parisinos que podían darse una vueltita cuando quisieran por el Bazar Simón de la rue Etiènne Marcel, donde compra sus cacerolas de cobre Ramiro Rodríguez Pardo. En los imanes de mi cocina todavía cuelgan cuchillos traídos de Sao Paulo, de la Wessel, donde los compré por indicación del Gato Dumas.

A sincerarse. Queda una cosa por definir. Con franqueza: ¿Usted cómo anda en la cocina? Porque yo tengo amigas que descubrieron que esa puerta que nunca habían abierto en su casa, resultó que era donde la muchacha hacía todas esas delicias culinarias que a diario consumían en su familia. Un error en el que no hay que caer es en creer en esa ilusión del equipamiento, que con su sola presencia en la casa, hace que quien entre en la cocina se convierta en un buen cocinero.

Cocina de rancho. Para sacarse la duda, entre en la cocina de alguna casa de campo, donde alguna vez comió una comida memorable a la par que sencilla, y descubrirá que la dueña de casa se maneja con elementos absolutamente rudimentarios, viejas cacerolas y planchas agotadas por su uso; cuchillos que uno no se animaría a sacarles más filo por temor a que se rompan al menor esfuerzo. Y quizás en un rincón de un aparador aparezca todavía el mortero de madera con que prepara el pesto, porque ignora que es una procesadora (confieso tener en casa el que usaba mi madre para preparar el pesto).

Precisando su perfil. Entonces, vamos a asumir que Ud. es un/a cocinero/a vocacional de la media; que de tanto en tanto ve el canal Gourmet; que lee Vinos & Sabores o Joy; que lee esta columna en LA NACION todas las semanas y se da maña para lograr que una omelet salga jugosa.

Engaño. No se vaya a dejar engañar por los maravillosos equipamientos que ve en la televisión, ya que muchos de ellos son provistos gratuitamente por los fabricantes para que los promocionen; o bien, el chef engaña a la gilada, que viendo los maravillosos aparatos desparramados por todo el estudio-cocina, termina por creer que está ante un discípulo aventajado de Ada Cóncaro. Y menos aún, se le vaya a ocurrir adoptar esa muletilla televisiva contestando a un invitado que lo visita mientras está cocinando y le pregunta sobre qué está haciendo, y cancherón contesta: "Estoy poniendo ?nuestros? fideos, en ?nuestra? agua caliente, que está en ?nuestra? cacerola, sobre ?nuestra? cocina".

Oh Bocuse. Le hago un último comentario que viene a cuento, para ilustrar como los grandes cocineros, cuando no están ante las cámaras ni el público, se mueven con otra sencillez. Una vez visitaba al mismísimo Paul Bocuse en su restaurant en las cercanías de Lyon. Después de una interesantísima charla, me invitó a visitar su cocina, y allí le pedí que me mostrara cuál era su cuchillo favorito. Metió la mano en el bolsillo delantero que tenía su delantal y me mostró una suerte de pequeño cuchillo con hoja rebatible sobre el mango de madera, marca Orpinel, hecho con acero de vía de ferrocarril, que me dejó boquiabierto con cara de preguntarle: ¡¿y esto?!. Porque claro, mi fantasía me hizo imaginar que me mostraría un cuchillo inolvidable, con hoja de titanio y todos los chiches. Nada que ver?¡Ah! Y el cuchillo me lo regaló, previa entrega de mi parte de una moneda para romper el gualicho que dice que si uno no pagó por el cuchillo que usa, suele cortarse con el mismo.

A caminar. La idea es que se tiene que dar una vuelta por los poco conocidos bazares gastronómicos. Esos donde compran los dueños de restaurants para reponer su equipamiento, o directamente para montar uno nuevo.

Cortantes. Allí encontrará cuchillos, con hoja de acero inoxidable de unos 20 cms de largo, y mango de plástico. Su precio no debería superar los $50, pero si lo desea, puede pagar 10 veces eso con toda tranquilidad. Dos de distinto tamaño serán suficientes. Y ya que estamos hablando de cortar, le cuento que a mí me gusta tener una tijera en la cocina, que tiene que ser un poco rústica, como aconseja Lilian Goligorsky en su libro "Cocina para solos y solas", que le recomiendo.

Termómetro. Si por acaso Ud. no aprobó aún ?omelet jugosa I?, lo mejor es que se haga de un termómetro para medir la temperatura de la carne así saca todo en el punto justo. Con el tiempo ya lo aprenderá a calcular simplemente tocándola cuando se trate de bifes gordos, o con el tiempo de cocción porque se habrá familiarizado con su cocina. El de los puntos es un tema fundamental para las carnes, tema en el que los rioplatenses todavía somos medio rústicos, herencia del gaucho ancestral que llevamos dentro.

A batir. Hágase de 3 bowls de acero inoxidable, que le prestarán importantes y patrióticos servicios. Agregue un batidor de alambre mediano.

Tabla. Una tabla de picar de plástico. La ortodoxia llama a las de madera, pero la ventaja de las de plástico es que se llevan bien con los lavaplatos que están entrando lentamente en nuestras costumbres, y son menos propensas a crear flora microbiana indeseable.

Para el peceto. Una asadera fuerte, de aspecto y contextura robusta, que le servirá para todo lo que tenga que ver con carnes asadas y/o por si se le da por amasar un pan para sorprender todavía más a la familia o los amigos.

Afilando. No se olvide de una chaira. Hay afiladores pitucones, o con rueditas enfrentadas, o eléctricos, que nunca vi que los utilizara un carnicero de fuste.

Toque la mandolina. Las mandolinas son en general caras. Pero eso por qué Ud. mira hacia las que hacen muñequitos de Mickey con las zanahorias e ainda mais. No, busque una que le corte papas bien finitas; rodajas prolijas de todo lo que se le ocurra, y quizás algo de rejilla para lucirse, y nada más. Esas que le digo, valen muy poca plata y son de una extraordinaria utilidad, y hacen una juliana que parece profesional.

Varios. Obvio que no puede faltar en su cocina un abrelatas; un pelapapas y un colador. El tema "colador" es delicado, porque depende de su nivel de cocina para que elija entre las variedades que hay. Esté atento.

Caceroleando. Busque juegos de cacerolas, que los hay a muy buenos precios, donde simplemente hágase de tres tamaños: pequeña, mediana y ¡grande!. Y claro, una tapa medio lisa para poder dar vuelta las tortillas. Ojo, porque las cacerolas actualmente suelen traer un borde para cerrar mejor que las vuelven poco útiles para esto. No obstante, muchas veces un plato grande o una fuente redonda suelen ser un recurso más útil a tal efecto.

Para más adelante. Caminando la vida no deje de pensar en una morocha (no me refiero a "esa"), que es una buena cacerola de hierro. A la hora de guisar es un elemento de la más pura ortodoxia culinaria. Pero no se apure, eso puede venir en la segunda vuelta, siempre que se convenza que esto de la cocina vino para quedarse en su vida.

Cuchareando. Cuchara de madera + espumadera (si es grande mejor) + espátula de goma + cucharón, verá que son elementos baratos y de uso habitual. La primera revuelve salsas sin transmitir sabor alguno y sirve para probar con cara de experto. La espumadera va para todo, y especialmente para esos ñoquis que no toleran el golpetazo contra el colador, como los agnolottis, tan sensibles a los golpes, que les gusta ser tratados como a amantes. La espátula sirve para revolver todo con mucha eficiencia, y sobre todo para dejar limpios esos bowls donde batió algo. El cucharón es fundamental para agregar caldo en caso de encarar un risotto, no le vaya pasar como a mí cocinando para Alf Amat y Luly, su encantadora y legítima cónyuge, que cuando llegó el momento del añadir caldo me preguntaron: "¿cucha qué cosa?"

El dentado. Me olvidaba del cuchillo de pan. Sirve para el pan propiamente dicho, pero es maravilloso para abrir una palta, cortar un pomelo, una sandía, etc. Póngalo en su lista de compras, junto con un vaso de medidas.

Tecnología. Una procesadora suele sacarnos de apuro y hasta vuelve innecesario el rallador; también, hoy por pocos pesos se consiguen molinillos de café o pimienta que hacen la diferencia para quien cocina con ganas. Y si la procesadora no la trae, por unos pocos pesos, agregue una licuadora que lo sacará de más de un apuro. ¿Cafetera? La que prefiera.

Finale. Y esto sería todo, en un principio. Después vendrán otras cosas que sus amigos le irán regalando cuando descubran su hobby.

Lo que no. Permítame hacer un somero repaso sobre lo que NO comprar:

  • Máquina de hacer pan. Si realmente le interesa el pan casero, hágalo con sus manos y descubrirá la sencillez del asunto

  • Microondas: esencial en la casa de los que compran comida congelada, o recalientan a menudo cosas que hay en la heladera. Pero cuando nos referimos a usted, lo hacemos como un amante de la cocina. Y los amantes de la cocina no son recalentadores de comida o abridores de sobres de salsas preparadas. El tema es el lugar que ocupa, así que primero sienta la verdadera necesidad y después decida.

  • Batidora. Espere a que se la regalen. Los amateurs de la cocina no somos gente del merengue italiano semanal.

  • Cuchillos para filetear. Tampoco se engañe. Ud. comprará lo que sea, ya fileteado.

  • Wok. Déjelo para los que cocinan a la vista de sus invitados. No olvide que es un instrumento inventado por los japoneses que no tenían mucha leña para cocinar. Usted vive en un país donde lo que sobra es el gas (¿sobra?).

  • Cacerola para puchero. Piense en cuantos pucheros preparó en los últimos 5 años y después decida incorporar ese enorme elemento a sus diminutos armarios de cocina.

  • Olla a presión. Ya fue. En casa de mamá, como dice mi amiga Inés, había dos, ¡y se usaban!. Pero nos fuimos de casa de mamá; mamá se murió, y nadie se llevó las cacerolas. Vaya a saber dónde languidecen.

  • Cacerolas de cobre. Son carísimas, y debe tener una pared para tenerlas a la vista ya que son muy decorativas. Dependiendo de sus progresos, podrá sacarles el verdadero jugo que pueden rendir en manos hábiles.

  • Freidora eléctrica. ¿En el país del gas?
Imitando a Blanca Cotta. Quizás a Ud. se le ocurran otros elementos para incorporar a la lista de permitidos y desaconsejados, ya sabe como es la cosa. Jules Renard decía: "la mujer más extraordinaria que hayamos conocido nunca es la que acabamos de dejar". Y así volvemos al comienzo.

1 comentario:

  1. Efectivamente, independizarse o vivir como soltero no es fácil en el tema de la cocina. para empezar, el presupuesto no es nada abultado y en el supermercado lo único barato son los productos familiares. para solteros etá todo pensado como si fuéramos ricos. en fin, hay que hacer números en la cocina para poder salir adelante!

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