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martes

Si comer bien o mal dependiera de la voluntad, no habría personas con problemas de peso

Por MAITE ZUDAIRE

El psicólogo y psicoterapeuta Ricardo Ros está especializado en el modo en que los seres humanos procesan los pensamientos y en su forma de tomar decisiones. La experiencia de este profesional durante las últimas tres décadas se ha centrado en desarrollar técnicas que ayudan a resolver de manera fácil las dificultades psicológicas que se presentan durante la vida cotidiana. A diario atiende problemas en su consulta, a los que se enfrenta con métodos que son fruto de sus investigaciones. Ros mantiene informado de sus avances e ideas al público general a través de su blog. Dentro de su especialización en conflictos psicológicos cotidianos y en el cumplimiento de planes de superación, destacan sus conocimientos de la ansiedad, el estrés y los problemas de la alimentación. Numerosos conflictos detectados en los pacientes en su consulta y cada día más patentes en la sociedad le condujeron a completar una trilogía donde explica un método que se resume en su título: "El viaje decisivo. Cumpliendo la dieta". Ros es pionero tanto en la implantación de nuevas vías de tratamiento como en su divulgación. Su enfoque innovador, creativo y cercano, transmite al lector las herramientas precisas para conseguir que comprenda cómo funciona el problema que le preocupa y cómo puede resolverlo paso a paso.

Su larga carrera ahonda en la preocupación de las personas por sentirse bien. Se centró en la ansiedad y ahora ocupa tres volúmenes destinados a hacer de la dieta sana un hábito. ¿Qué le ha llevado hasta aquí?
Comencé a preocuparme por la alimentación hace muchos años, cuando una señora que vino a mi consulta era tan obesa que ni siquiera cabía en el ascensor. Me di cuenta de que su problema no era sólo una mala alimentación, sino que ella se sentía muy desgraciada y trataba de compensarlo con comida a todas horas. Esto hizo que comenzara a trabajar, en casos de obesidad, al lado de nutricionistas.
 ¿Los libros de autoayuda son útiles?
En las últimas décadas se han puesto de moda, asi como los cursos y seminarios de desarrollo personal, o talleres de todo tipo para la búsqueda de uno mismo. Millones de personas compran los manuales y participan en los encuentros. La mayor parte acaban frustrados, con la sensación de que han perdido el tiempo, de que se les ha timado. Basta leer algunos mensajes en foros: "tal técnica no funciona", "tal curso es un fraude", "tal profesor es un inepto", etc.

En definitiva, ¿no funcionan?
Los libros de autoayuda, de cualquier otra disciplina o cualquier curso no sirven para nada si sus recomendacione no se llevan a la práctica. Nada funciona mientras no se practica. La práctica, la repetición, hacer pruebas, siempre funciona. Cuando alguien lee un libro o asiste a un curso y no practica los conocimientos que encuentra en ellos, ¿cómo pretende sacar rendimiento? Sin práctica, repetición y ensayo nada funciona. En los libros y en los cursos se dan conocimientos. Se dice: "Esto funciona así". Pero la práctica es de quien lo lee. Cuando un libro de autoayuda se lleva a la práctica, siempre funciona.
Su libro afirma que dejar de comer o de hacerlo mal no es sólo cuestión de voluntad. ¿Qué se necesita?
Hay que comer de forma saludable. Si comer bien o mal dependiera de la voluntad, no habría personas con problemas de peso. En la alimentación influyen muchos aspectos, la mayor parte de ellos psicológicos. Para alimentarnos de forma saludable necesitamos conocer nuestro propio cuerpo y sus necesidades, saber qué alimentos nos favorecen o nos crean problemas, tener ideas claras y veraces sobre los alimentos, saber programar nuestras metas y objetivos hacia un peso salud, establecer de forma correcta nuestras creencias y nuestros valores sobre qué es adecuado para conseguir un cuerpo y una mente sanos.

Uno de los ejercicios que pone en práctica en su método resulta para muchos lectores, cuanto menos, sorprendente: "Diferenciar entre sentimientos y hambre". ¿Busca racionalizar las sensaciones? ¿Es todo cerebral?

El proceso es el siguiente: primero hay algo que despierta una emoción (las emociones básicas son amor, alegría, tristeza, rabia y miedo). Si somos capaces de ponerle nombre a esa emoción, entonces las llamamos sentimientos. Hay muchas personas que saben ponerle nombre a sus emociones y, cuando son capaces de hacerlo, es decir, de comprender que es un sentimiento, lo son también de aceptarlo.
Pero otras notan una emoción y no son capaces de comprender que son sentimientos, así que pueden confundirlos con otras sensaciones físicas. Tanto el hambre como los sentimientos los notamos entre el cuello y el ombligo. Un alto porcentaje de personas obesas confunde hambre con otro tipo de emociones, por lo que van a la nevera cada vez que sienten algún sentimiento que no comprenden. Es muy típica la mujer que se queda sola en casa por las tardes porque sus hijos ya son mayores y su marido se ha marchado con los amigos, y que no es capaz de comprender que nota una gran soledad. Por eso, en vez de llamar a sus amigas o apuntarse a un curso, pasa la tarde junto a la nevera y piensa que tiene hambre.

¿Una dieta le llevaría a enfrentarse a sus deseos y a sus necesidades, o a lo que se supone que son sus necesidades?
Es muy importante diferenciar entre nuestros deseos y el mundo real. Los deseos son libres, podemos imaginar cualquier cosa, incluso las cosas más disparatadas o locas. Pero una cosa son los deseos, las ilusiones, nuestras expectativas, nuestros anhelos, y otra muy diferente es la realidad. Cuando no somos capaces de diferenciar entre nuestros deseos y nuestras necesidades de alimentación es cuando entramos en un mundo de fantasías que nos llevan a una alimentación poco sana.

¿Cuál es la causa de que esos malos hábitos imperen con mayor facilidad que los buenos?
Los seres humanos funcionamos por patrones que hemos adquirido a lo largo de nuestra vida. El cerebro funciona por repetición: lo último que le metemos lo repite y lo repite hasta el infinito. Estamos llenos de pautas que repetimos una y otra vez. Los hábitos, las costumbres, las rutinas, nos convierten en seres semi-automáticos, predecibles y previsibles. El problema es que la mayor parte de las veces lo hacemos de forma inconsciente, sin darnos cuenta. Repetimos patrones y no somos conscientes de que lo hacemos. Por una parte es bueno e interesante, ya que nos facilita la realización de muchas tareas sin necesidad de prestarles atención. Por otra parte nos lleva a situaciones de bloqueo y nos impide salir de los bucles interminables en los que nos metemos.

¿Tan poderosos son?
Los patrones son muy poderosos. Son tan fuertes y están tan arraigados en cada uno de nosotros, que romperlos no es nada fácil. Los hábitos adquiridos en la infancia son mucho más difíciles de cambiar. La mayor parte del tiempo nuestro cerebro no piensa, sino que almacena y busca pensamientos como patrones de experiencia. Estos patrones piensan por nosotros. Cuando nuestro cerebro reconoce una parte de un patrón, pone en acción todo el patrón almacenado como modelo. Esto es lo que ocurre con la alimentación, que si hemos adoptado patrones de alimentación poco sanos, los repetimos de forma automática. Por eso es tan difícil cambiar los hábitos en la alimentación.
¿Cómo se sabe que se tiene hambre, en lugar de ganas de comer?
El hambre es una respuesta física que notamos en el cuerpo cuando nuestro sistema necesita reponer su carga energética. Las ganas de comer están basadas en los pensamientos, es decir, no es algo que notemos físicamente, sino que está en nuestras imágenes mentales o en nuestro diálogo interno. También puede ocurrir, como hemos visto antes, que a una sensación emocional le demos un significado de hambre.
¿La buena dieta tiene que partir siempre de uno mismo o puede alguien empujar a otra persona y tener éxito?
La mayor parte de las veces son las demás personas quienes se dan cuenta de que no nos alimentamos bien. En la mayoría de los casos, sólo desafiamos a nuestra propia experiencia cuando la situación es tan alarmante que no tenemos más remedio que poner en marcha otras perspectivas. Y todo ello con una gran lucha interior, con grandes dudas, con gran sufrimiento. El cambio no es fácil para nosotros. Ni gratuito.

¿Dónde queda la autoestima en una persona a dieta permanente?
Hacer una dieta no significa comer menos, sino comer lo adecuado para nosotros. Todos hacemos dieta. Cuando alguien está sano porque come más saludable, también está a dieta y su autoestima está perfecta. El problema de la autoestima no está en hacer dieta, sino en la forma en la que nos tratamos a nosotros mismos. Tener la autoestima alta no depende de los demás, depende sólo de cómo nos vemos a nosotros mismos, de cómo nos respetamos, de cómo nos amamos. Hay personas obesas que tienen una gran autoestima, que se quieren y se respetan a sí mismas.

¿Por qué cada vez nos queremos menos? ¿Es una respuesta a los constantes mensajes de perfección, de bonito y de feo, ajenos a la realidad? En una entrevista a la doctora Rosa Maria Raich, la experta indicaba que las imágenes que nos venden como sanas y bellas son falsas, retocadas, mentira.
Es cierto, el modelo de belleza que se muestra en las revistas de moda y en los desfiles de ropa es falso, las mujeres no son de esa manera. El photoshop hace maravillas. Las mujeres, por su propia constitución, tienen caderas y pechos. Esto de la delgadez extrema es algo cultural y con los años se cambiará hacia otros modelos diferentes.
Señala que en la dieta de adelgazamiento y en la de mantenimiento cumplir el propósito es presente, no es una idea, un propósito en el tiempo futuro. ¿Cómo se logra?
El pasado no existe, sólo recuerdos que han pasado por distintos filtros y que ya no responden a lo que realmente pasó. El futuro tampoco existe, pero tenemos que tenerlo en cuenta para fijarnos objetivos. Lo único que tenemos es el presente. Por lo tanto, para tener un cuerpo sano debemos trabajar en el presente, cada día, y tener muy claro hacia dónde queremos llegar. Marcarse metas claras, realizables, posibles; metas que den más salud, que dependan de uno mismo y no de los demás, que se puedan medir y cuantificar; metas que pongan en marcha todos los recursos, que hagan crecer como persona. Todo eso, pero desde el presente.

Cuando somos adultos y podemos acceder a la comida sin permisos o dificultades, es nuestro cuerpo quien recuerda que algunos alimentos "no están permitidos". La relación de la comida y el ser humano -en nuestro hemisferio y en nuestro tiempo- es paradójica.
Muchas personas comen de forma sana porque desde pequeñas han adquirido esos hábitos o porque ya de mayores han recapacitado y se han dado cuenta de que comer sano es la mejor manera de disfrutar de la vida. Pero de la misma manera que las revistas de moda tergiversan la figura de la mujer, también es cierto que hay muchos intereses económicos en expandir la idea de la comida basura. Esto crea problemas de sobrepeso en muchos países. Estoy seguro de que dentro de poco tiempo, los gobiernos comenzarán a impedir la comida basura, de la misma manera que han comenzado sus campañas contra el tabaco, debido a los enormes gastos que genera en salud.

El uso de los alimentos, sobre todo con los niños, como premio o castigo es un truco habitual para que coman determinados productos. ¿Cree que sirve para conseguir los buenos propósitos? ¿Se puede convertir en un arma de doble filo que fundamenta en el individuo el asociacionismo entre alimento prohibido-alimento más deseado?
Con la alimentación no se juega, es sagrada. Muchos problemas de sobrepeso comienzan cuando los padres la utilizan como premio o castigo. Utilizarla en este sentido es un error porque se da a determinados alimentos un sesgo de deseado o no deseado. "Como te has portado mal, te quedas sin postre". No. El postre no puede ser una forma de premio o castigo porque es necesario en la alimentación completa del niño.

Se considera que lo apetitoso, a menudo el postre, es un alimento que tiene mucha grasa y/o azúcar. Dicho de otra manera: lo rico engorda. ¿Cómo se logra que la consciencia se encamine hacia "lo rico es lo sano"?
Los medios de comunicación y, sobre todo, las grandes empresas de alimentos industriales, a través de su publicidad agresiva han creado esa idea de que la grasa o el azúcar son sanos. Incluso recuerdo campañas de empresas azucareras que aseguraban que este producto ayudaba a prevenir el cáncer. Creo, de todas formas, que los medios de comunicación han comenzado a rectificar y que las grandes empresas de alimentación también derivan hacia productos más sanos y ecológicos. La consciencia de que lo sano es lo natural (cada vez hay más pasillos en los supermercados llenos de productos naturales) se enraiza poco a poco en nuestra sociedad.

EL CONCEPTO "PESO SALUD"

El discurso actual encamina el pensamiento a identificar belleza con delgadez y delgadez con felicidad. Ricardo Ros insiste, ante este falso silogismo, en que "no se trata de estar delgado o gordo", sino de tener un "peso salud". Lo define "no como una dieta, sino como un estilo de vida que incluye una alimentación sana, actividad física diaria y equilibrar el número de calorías que se consumen con el número de calorías que el cuerpo utiliza". Más que una forma de comer o de llenar la nevera, adquirir el hábito de funcionar en el 'peso salud' es llevar adelante "un estilo de vida en el que la alimentación está adecuada a nuestro gasto energético y en el que se establece una relación estable entre nuestras necesidades físicas y emocionales". Esto genera una buena relación "con nosotros mismos, con las personas que nos rodean y, sobre todo, con nuestro entorno ecológico".

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