Por Alejandro Maglione
La historia. Tanto en las religiones cristianas como la judía, la Pascua, el Pésaj, tienen una importancia litúrgica mayúscula. Sus orígenes son diversos, de acuerdo a la religión o civilización de que se trate.
Incluso, desde la antigüedad se celebraba de distintas formas la llegada del equinoccio de primavera. De allí las interpretaciones de la denominación inglesa de la Pascua: Easter. Están los que dicen que viene de la celebración de la diosa fenicia Astartés. Otros dicen que en realidad celebra a la diosa anglosajona de la Primavera llamada Oaster o Easter.
Este pan sin levadura se sigue comiendo como conmemoración los siete días que preceden a la Pascua. Otros rituales vuelven a relacionarse en esta época con la comida. Es la celebración de Shavuot, en la que se celebra tanto la cosecha de la cebada, como la del trigo.
Es más, durante estas celebraciones pascuales se utiliza una vajilla especial donde nunca se hayan colocado cereales fermentados.
Pascua de Resurrección. Es la que celebramos los cristianos, y que recuerda la resurrección de Jesús, al tercer día de crucificado. Al Domingo de Pascua se llega después de los ayunos y la abstinencia que se realizan durante la Cuaresma, nueva participación de la gastronomía en estos rituales religiosos.
Toda la Pasión se desarrolla en el período Pascual de los judíos. Y poco a poco se asocian simbólicamente el sacrificio de los corderos con la muerte de Jesús, que se proclama el Cordero de Dios.
La última Cena. También se desarrolla en cumplimiento estricto de los rituales del judaísmo. Cristo bendice el pan ácimo y el vino que los judíos comen en esa oportunidad. Los judíos incluso, sirven 4 copas de vino, y dejan sin tomar la última, que corresponde al Profeta Eliahú, que antecede a la llegada del Mesías. Las Escrituras cristianas nada mencionan acerca de si también en la Cena se comieron las hierbas amargas para recordar el sufrimiento.
Es más, en los comienzos del cristianismo se identificó a la misa dominical con una suerte de pascua semanal, hasta que hubo un papa, Víctor, que estableció el Domingo de Pascua para la celebración anual.
El ayuno y la abstinencia. La Iglesia Católica fue modificando, y atemperando las exigencias tanto del ayuno como de la abstinencia. En los tiempos antiguos, el ayuno era muy estricto, y la abstinencia se practicaba la mayor parte de los viernes del año, para recordar el Viernes Santo. La abstinencia se refiere a toda carne que no proviniera del agua, abarcaba la carne vacuna, caprina, porcina y de todo tipo de aves. También se prohibía el consumo de leche y sus derivados, y de huevos, prohibición que se atemperó rápidamente.
El pícaro Casanova. Por su afición compulsiva a la buena mesa, en alguna oportunidad se consiguió una dispensa especial para poder comer carne tanto los viernes del año, como en la Cuaresma. Hay que recordar que se allanaban hasta los cuartos de las posadas para ver si se estaba respetando la abstinencia obligatoria.
Casanova, incluso, en una oportunidad consultó con el obispo del lugar para que le precisara el alcance de la abstinencia en su diócesis. Y el obispo le dijo que podía comer "todo lo que saliera del agua". Tras lo cual, Casanova hacia pasar cerdos y gallinas por agua para después comérselas.
Huevo de Pascua. Es uno de los elementos gastronómicos pascuales más universales. Incluso los judíos incorporan los huevos duros a su cena de Pascua, el Séder, para recordar el corazón duro del faraón Ramsés II.
También hay que tener en cuenta que con la primavera reaparecen los pájaros, y con éstos sus huevos, que coincidía con las fechas de la Pascua europea. Es en la Edad Media donde se inicia la práctica de regalar los huevos artísticamente pintados.
Hay quien dice que la costumbre deriva de la prohibición que estableció la Iglesia Católica a consumir huevos, entre los siglos IX y XVIII. Entonces, se los cocía durante la Cuaresma, se los pintaba para diferenciarlos y así comerlos el Domingo de Pascua. Una costumbre muy alemana, practicada por Maiken Vinelli, es la de esconder huevos en el jardín para que los encuentren los niños. Se piensa que esa costumbre simbolizaba a los niños que se escondieron durante la persecución de Herodes. No sé si Maiken prepara además el Kartoffelpuffer, una suerte de tradicional pastel de papas pascual.
Conejo de Pascua. Tiene su origen en una leyenda, como el de tantas otras costumbres, particularmente gastronómicas, que dice que en el Santo Sepulcro al enterrar a Cristo quedó encerrado un conejo, por lo que presenció la Resurrección, y al salir junto con Jesús, anunció a todos la buena nueva regalando huevos pintados.
Abstinencia ingeniosa. Se sabe que el ayuno hay una sola forma de practicarlo, y es no comiendo. Pero curiosamente, cuando hay que abstenerse de carne en esta parte de Occidente, la cosa luce como dramática. Empieza una puja por el precio del pescado, la prensa se ocupa de este ´terrible´ tema; y se piensa únicamente en empanadas de atún para zafar del hambre.
Y yo siempre me he preguntado: ¿los argentinos no hemos comido si no hemos ingerido carne? ¿Acaso una tortilla de papas, o de espárragos, o con cebollas, no es alimento suficiente? ¿Y la torta pascualina, que como su nombre lo indica, viene de nuestros ancestros genoveses para paliar la abstinencia de carne?
No es mi idea en este momento dar un recetario de comidas que eviten pasar por el pescado o los mariscos, pero sugiero: hagan unas buenas bombas de papas rellenas de queso, y verán que es una excelente forma de pasar la festividad sin dramatizar.
¡Feliz Pésaj y Felices Pascuas! No vaya a ser que en pos de relamernos con la posibilidad de atiborrarnos de chocolate el próximo domingo, nos olvidemos que estamos ante una fiesta grande para los judeo-cristianos lectores de esta columna. A pasarla en paz.
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