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viernes

Diferenciar hambre de apetito...

El hambre y el apetito son cuestiones diferentes, a pesar de que en el lenguaje popular muchas veces se confundan.

foto: www.gettyimages.com
El hambre es una necesidad fisiológica vital, indispensable no sólo para saciar el hambre, sino para nutrir nuestro cuerpo con micronutrientes (como algunas vitaminas), minerales y macronutrientes (como proteínas, grasas y carbohidratos) que están en cualquier alimento. 
En cambio, "tener apetito significa el deseo de comer por placer, en el que intervienen factores como los olores, los sabores, el aspecto y presentación de los alimentos o ciertas costumbres alimenticias que estimulan la mente para fomentar una necesidad, la de comer, que, en realidad, ya estaría satisfecha". Por tanto, el hambre es el instinto que impulsa a nutrirse cuando el organismo lo necesita para su supervivencia y el apetito es la sensación de querer comer que viene determinada por la forma de presentación de los alimentos o el contexto social en el que se encuentre la persona. 
En nuestras sociedades de consumo el problema no es la falta de alimentos, sino el exceso del consumo de ellos, es por esto que los problemas de obesidad y sobrepeso están convirtiéndose en verdaderas bombas de tiempo, por los problemas de salud que generan. 

¿Donde se genera el hambre?
La señal que nos indica que tenemos hambre, se localiza en el hipotálamo (en el cerebro intermedio), allí  los receptores corporales registran la caída del nivel de azúcar en la sangre (o en caso extremo la falta de suficiente grasa corporal), si el estómago recibe lo que exige, la señal retorna al cerebro.

Pero mientras que la señal de hambre llega con rapidez, la que nos anuncia saturación tarda más tiempo, casi 15 minutos después de empezar a comer y cuando lo hacemos con rapidez y poca masticación, el cuerpo puede recibir más de lo que realmente necesita. 
Por ello a veces seguimos comiendo, incluso después de que el cerebro manda la señal de saciedad, y ello ocurre por factores socioculturales y conductas automatizadas, que no permiten percibir la verdadera sensación de saciedad.
Algunas de esas conductas que estimulan a seguir comiendo pueden ser: pena de no dejar comida en el plato, por servirnos demasiado o por tener  a la vista la fuente de comida, la panera o paquete de galletitas, etc.

Es decir que el apetito es una sensación que induce a comer algo que apetece guiada más por el deseo gratificante y no por un verdadero requerimiento biológico y con independencia de las características nutricionales y energéticas del alimento deseado.

Es fundamental reconocer sensaciones como la satisfacción y la saciedad. Si el hambre es la sensación fisiológica que induce a comer, la satisfacción es el estado de plenitud que invita a dejar de comer, y la saciedad es el período durante el cual la sensación de satisfacción se mantiene hasta que aparece de nuevo el hambre.

¿Cómo manejar el apetito?


El control del apetito es fundamental para prevenir el sobrepeso y la obesidad. Y, para ello, es básico acostumbrarse a las señales que envía el organismo, antes, durante y después del acto de comer. 
Tanto la satisfacción que induce a dejar de comer y la saciedad que inhibe la sensación de hambre entre las ingestas son respuestas mediadas por diferentes factores Se pueden gestionar para conseguir una satisfacción y una saciedad más efectivas desde el punto de vista de optimizar y ajustar las ingestas. 

No obstante, en ocasiones, no es tan sencillo distinguir el hambre del apetito. El hipotálamo es la parte del cerebro que se encarga de analizar la información que envía el organismo cuando se ingieren alimentos. Su misión es avisar cuándo se ha comido suficiente. Pero hay factores, como el placer que producen ciertos alimentos, que pueden engañar a esta glándula para hacer creer que todavía se necesita ingerir más. Por norma general, los alimentos que consiguen despistar al hipotálamo son los carbohidratos (como el chocolate) o las grasas.

Este tipo de alimentos consiguen estimular zonas cerebrales relacionadas con la recompensa y la adicción. Activan los mismos mecanismos que sustancias adictivas como el tabaco. Por eso, muchas personas echan mano de estos alimentos cuando necesitan levantar su estado de ánimo. Es el hambre hedonista, relacionada sólo con el placer.





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