1. Cuanto más rápida es la dieta, más velozmente se recupera el peso perdido
Es el famoso “efecto rebote”. O subir como en avión lo que se bajó
trabajosamente por la escalera. Para evitarlo, hay que tratar de ir más
despacio y paso a paso: “Hoy, el éxito de un tratamiento para adelgazar
implica perder el 10% del peso inicial y mantenerlo por lo menos un
año”, dice la nutricionista Mónica Katz. El abordaje moderno es ir por
etapas. Así, el cuerpo y la mente se adaptan al nuevo estado.
2. Después de la privación, llega el atracón
Cualquier dieta que uno haga y luego
deje, vuelve a subir. Y cuanto más estricta haya sido la dieta, mayor
será la suba de peso. Porque hay una revancha del cuerpo y de la mente.
Por otra parte, “Toda restricción
incrementa el deseo”. Por eso, hacer dietas restrictivas provoca un
aumento de los pensamientos obsesivos respecto del cuerpo y de la
comida, y con esto se genera un círculo vicioso de prohibiciones y
atracones difícil de cortar.
3. Vivir a dieta hace funcionar al organismo en “modo ahorro”
Desde el punto de vista fisiológico, el organismo está preparado para la
escasez, no para la sobreabundancia de alimentos y estímulos como la
que existe hoy. “Esto hace que, ante la falta de alimentos, el
metabolismo se vuelva automáticamente más lento para gastar menos
calorías”, explica la nutricionista Mónica Katz. Y, a la vez, dispara
señales de hambre para alertarnos de que debemos comer para recargar
energías.
4. La mayoría de las dietas no son saludables
Según el metaestudio publicado por American Psychologist, “las dietas
hipocalóricas no aportan la cantidad de nutrientes necesarios para un
buen funcionamiento del organismo”. Y adicionalmente a esto, “tampoco
generan mejoras en los niveles de colesterol, hipertensión o glucosa en
sangre”. Razón de más para no embarcarse en ellas.
5. Muchas dietas van a contramano de las costumbres y los hábitos sociales
Comer es un hecho social que va mucho más allá de lo fisiológico.
Implica sentarse a la mesa y compartir con otros. El hecho de comer cada
vez más solos y apurados, o frente al televisor en lugar de hacerlo a
una mesa, también predispone a la obesidad, ya que se pierde la noción
de las porciones y las cantidades. Por otra parte, toda dieta que
implique horarios o tipos de alimentos diferentes de los que consumimos
habitualmente se vuelve muy difícil de seguir y rápidamente se abandona.
6. Cuando una dieta fracasa, sobrevienen la frustración y la culpa
Estos sentimientos disparan el deseo de comer como forma de expiación,
lo que no hace sino “alimentar” un fatídico círculo vicioso. “Si bien
existe una luna de miel”, en la que la dieta se cumple y se baja de
peso, después el obeso no aguanta más y vuelve a subir”, dice la
psicóloga Panzitta. “Y esto no le pasa porque se autoagrede, es
transgresor o se porta mal. Le pasa porque el estar permanentemente a
dieta hace que surjan actos de rebeldía por la comida. Por eso, muchas
conductas compulsivas se originan, en realidad, en años y años de
dietas.”
7. Las personas delgadas no viven a dieta
Simplemente adquirieron hábitos saludables de alimentación, que van
desde la compra de los alimentos hasta la forma de cocinarlos, la de
comerlos, y el equilibrio entre las calorías que ingieren y las que
consumen.
8. Las dietas provocan estrés
Nuestro organismo está preparado para estresarnos frente a la falta de
alimento. Pero este mecanismo de supervivencia que nos salvó de morir de
hambre en el pasado, hoy se nos vuelve en contra por la superabundancia
de alimentos y los múltiples estímulos que nos incitan a comer (la
publicidad, los medios, el aburrimiento).
Y este estrés, que se suma al estrés cotidiano de nuestra vida, hace que
paradójicamente recurramos a la comida como forma de calmarnos. Con lo
que, otra vez, alimentamos el círculo vicioso.
9. El descenso de peso logrado por las dietas raramente se mantiene en el tiempo
Y esto lo saben muy bien todos los gorditos, que conocen y han probado
todo tipo de dietas. Con cualquiera de ellas se puede bajar de peso. Lo
difícil es mantenerse. Volviendo al metaestudio de American
Psychologist: “A los cuatro años de haber emprendido la dieta, entre uno
y dos tercios de las personas recuperaron más peso que el que tenían
antes de empezarlas”. Francamente, desmoralizador.
10. La obesidad es demasiado compleja para curarla con una dieta
La obesidad tiene componentes genéticos, hereditarios, culturales,
hormonales, metabólicos y emocionales, que requieren un trabajo
interdisciplinario. En tanto, “el éxito de un tratamiento para adelgazar
es la distancia entre nuestras expectativas y el resultado –dice Mónica
Katz–. Por lo tanto, hay que plantearse objetivos reales y no ideales,
preparar un ambiente seguro (sin tentaciones a la vista), y saber que,
como todo aprendizaje, requiere tiempo y esfuerzo. No hay magia.”
.
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