Un estudio de la UBA la calificó con 42 puntos sobre 100 en base a la cantidad y variedad del consumo. El principal problema es que se comen pocas frutas, hortalizas y pastas.
Fuente: www.clarin.com
La calidad de la alimentación de los argentinos tiene una mala nota. Es la calificación que le puso la Cátedra de Economía de la Escuela de Nutrición de la Universidad de Buenos Aires, que luego de una investigación le dio 42 puntos en una escala de cero a cien.
El
puntaje surge de aplicar el Indice de Alimentación Saludable (IAS)
–adaptado del Healthy
Eating Index de los Estados Unidos–, que mide las
cantidades consumidas de cada grupo de alimentos y las contrasta con sus
cantidades recomendadas en una dieta adecuada en su contenido calórico.
El IAS también considera las recomendaciones de dieta saludable
planteadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS): variedad de
hortalizas y frutas; cortes magros de carnes; lácteos no enteros;
cereales integrales y aceites con ácidos grasos omega 3 o 9. Y también
mide el contenido de grasas saturadas, sodio, azúcares simples y
calorías de baja calidad.
En la investigación de la Escuela de
Nutrición de la UBA se analizaron las cantidades de alimentos
disponibles para el consumo de toda la población a nivel minorista en el
2011. Es decir, no se trata de una encuesta de lo que consumen las
personas sino de la disponibilidad de alimentos para consumir. Y sobre
esta variable se aplicó el IAS.
Los principales motivos de la baja
calificación hay que encontrarlos en el bajo consumo de hortalizas,
frutas, legumbres, pastas de trigo duro y cereales integrales. Y por
otra parte, por el exceso de consumo de cortes grasos de carnes,
azúcares y sodio.
“Hay una clara resistencia a la incorporación de
hortalizas, frutas y legumbres en la dieta diaria, tanto como fuerte es
la preferencia por altos consumos de carne vacuna y grasa. Más allá de
la cultura alimentaria que nos caracteriza como argentinos, también hay
una cuestión de facilidad de preparación a favor de las carnes y en
contra de las verduras y legumbres combinada con falta de cultura o
habilidades culinarias. Y esto es una barrera para agregar variedad a la
dieta”, explica a Clarín Sergio Britos, profesor de la Escuela de Nutrición de la UBA.
El
especialista habla largo y tendido de la falta de educación
alimentaria. Y también cita los ya clásicos mitos infundados, como el
caso de las pastas: ¡no es cierto que engorden!, dice Britos a los
gritos, como para que quede claro. Y da su explicación: “La gente
desconoce las bondades de una buena pasta de sémola, mientras que
consume en exceso pan, papa o alimentos a base de harinas muy
refinadas”.
Otros tres factores que restan puntaje al índice son
el alto consumo de sal, el muy elevado consumo de bebidas azucaradas y
azúcar en infusiones y el exceso en las cantidades consumidas, que se
traduce en porciones muy grandes. “El índice es relevante porque
colabora para comunicar el mensaje: los argentinos debemos cambiar
nuestra calidad dietaria. Coincide con lo dicho por la Fundación Bill
Gates, que analizó 20 años de Argentina y concluyó que los dos
principales factores de riesgo para perder años de vida son la mala
calidad dietaria y la obesidad”, aporta la nutricionista Mónica Katz,
militante de la dieta mediterránea.
Para Ana Jufe, directora del
Equipo Libertador, de Tratamiento de Obesidad y Trastornos Alimentarios,
“el estudio verifica algo que es real y que evidencia el aumento de la
obesidad en la población. Es cierto que se consumen menos frutas,
verduras, legumbres y cereales integrales que lo ideal, y lo mismo pasa
con las carnes magras y los lácteos descremados. Creo que influye mucho
lo económico, ya que los alimentos que menos se consumen son los más
caros”.
“La calidad de la dieta puede ser evaluada por diferentes
métodos. La mayoría calcula la adecuación de las porciones diarias de
los grupos de alimentos. Existen las Guías Alimentarias de la Población
Argentina y en base a sus recomendaciones se identifican hábitos
alimentarios”, dice Marcela Leal, directora de la Carrera Licenciatura
en Nutrición de la Universidad Maimónides. Y cuenta que un trabajo de la
universidad analizó los hábitos alimentarios de más de 700
trabajadores. Los principales hábitos incorrectos: alto consumo de
grasas saturadas y sodio aportados por fiambres (51%), embutidos (38%) y
manteca (42%); y el alto consumo de frituras (61%). Sólo el 17% consume
frutas diariamente y el 25% verduras todos los días.
¿Qué hacer? ¿Cómo mejorar esta baja calidad alimentaria?
“La
educación alimentaria es una asignatura pendiente. Se pierde una
oportunidad valiosa en las escuelas para educar el gusto y las
elecciones alimentarias”, dice Britos. Y agrega: “Comer sano es más caro
y en un país como el nuestro, en el que muchas áreas se subsidian,
nunca se reparó en la importancia de incentivar mejores patrones
alimentarios: los subsidios o los planes alimentarios o la inversión en
comedores deberían incorporar objetivos de nutrición saludable, haciendo
llegar a quienes más lo necesitan más verduras, frutas o pastas y menos
harinas, azúcar o carnes”.
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